viernes, 6 de marzo de 2009

Trascendencia III parte...

Disculpen la tardanza, pero como dije esto de tomar el té es un ritual, y me tomo mi tiempo para hacerlo, desde el preparativo de los implementos para hacer la tacita de té perfecta, en mi mundo, hasta los cojines sobre el sofá donde me siento a degustar ésta exquisitez.
¿Sabían que el té, las hojas que se usan para su elaboración, pasan por procesos alternados de fermentación y secado para al fin alcanzar el gusto y el cuerpo deseado? Creo que los seres pasamos también por procesos que nos permiten hacer de nuestra vida lo que se nos antoje, sin embargo, muchas veces no sabemos cual es el modo correcto de intercalar estos procesos y resulta que nuestras hojas, que son hojas de calendarios, que miden lo lejos que estamos del nacimiento y lo cerca de la hora final, no nos dan las satisfacción ni el placer que queríamos obtener. A mi se me están agotando cada vez mas las hojas de té, por eso quiero un cambio que me dé aunque sea un poco de placer antes de partir y no tener más oportunidades. Pero basta de filosofar y de padecer con lo que no he logrado alcanzar.

Mi padre (seguro pensaron que me había olvidado de él), sin embargo, he ido dejando que se colara a través de todo lo que he contado. Él era un hombre íntegro, respetable, trabajador, aunque no sé en que trabajaba, y sostén de una numerosa familia, a la que no le negó nunca un gusto y menos aún el cubrimiento de sus necesidades. Viajaba, viajaba mucho, y traía a cuesta cualquier cantidad de objetos, libros, que por supuesto eran para los hombres de la casa, telas, hilos y pedrerías de fina procedencia. Nunca explicó como lo consiguió y su mujer nunca se atrevió a preguntárselo, y de la misma manera procedió la prole.

Se le notaba, bajo el cúmulo de años que traslucía el rostro, que en su juventud fue apuesto y gallardo, que tuvo con que convencer a mi madre, y que tuvo la capacidad de marcar muy bien las normas y reglas del juego en su recién formado hogar. Siempre arrogante y dominante, primero en todo lo que se involucraba, y quien tan generosamente propagó su gen de encanto manipulador en cada uno de sus vástagos, aunque en 3 de ellos lo sumiso y dócil de mi madre apagó los demonios de ese gen y le concedió una oportunidad para revelarse contra lo que podía ser inevitable en esa procreación tan abundante. Con sus 11 años mas de vida por encima de los años de mi madre, logró imponer una férrea dictadura en la casa, donde la primera en obedecer sin chistar era mi madre, a lo que nosotros optamos por imitar. Claro, ya se imaginaran que cada uno hizo su imitación a conveniencia, con intereses muy particulares y con la luz de un faro a lo lejos que les mostraba su objetivo: El escape de las terribles fauces de mi padre.

Esa pareja que se complementaba y que a su vez era diametralmente opuesta, y que fueron mis padres, no pudieron haber hecho mejor su labor. Lamentablemente la mala semilla germinaba en nosotros y no había nada que pudiese hacer en contra. Y en esta ocasión tampoco quiero parecer la víctima, no quiero que crean que era una tara genética que limitó mis posibilidades y me hace ser quien soy. No, sigo siendo resultado de lo que decidí ser y de lo que me negué a aceptar. Pero obviamente soy un espejo en el que mis padres y mis hermanos dejaron sus reflejos y que yo a la manera que mejor me pareció los amalgamé y los hice míos, dejando salir los desastrosos defectos y las virtudes, que a pesar de lo que se pueda pensar, existían.

Ya 23 años habían caído sobre mis hombros y aún seguía encerrada entre las cuatro calles de una provincia olvidada en el árido sur. Los mismos cuatro paredones que daban forma a la casa, a la casa que siempre soñé dejar atrás, así como en su momento lo lograron mis hermanos, y a todas estas a penas sabía de mis hermanas, quienes le enviaban cartas a mi madre y cualquier cantidad de baratijas, que ellas creían, calmaba su soledad. Corrieron con la fortuna de casarse con dos provincianillos que no eran tan miopes como yo me los figuraba, y que sí conocían algo de lo que significaba futuro y cambio, y en cuanto pudieron ambos, por rumbos diferentes, dejaron la provincia y se fueron a la capital primero, después fuera del país.

Ese día me felicité por ser casi una sobreviviente de una hecatombe a escala mundial, de la cual nadie se vio afectado ni se enteró, solo yo, que ese día cumplía 23 y mi hermano 21. Mi padre para variar tenía días sin venir a casa, mi madre que cada día palidecía más no salía de su habitación, a la que yo subía constantemente con el alma en un hilo, porque muy a pesar de las diferencias materno filiales yo la adoraba.

Ese día como de costumbre subí después del desayuno, al entrar pude ver como mi madre se hundía en la inmensidad del lecho conyugal y se confundía en los blancos de las sabanas. Sentí como el corazón se me encogía, creo que ese día fue el único de tantos en que sentí que mi madre había perdido todas sus posturas y se me convertía en humana entre los brazos cuando se llenó de fuerzas y me felicitó por mi cumpleaños, por los tantos años que tenía yo por delante y que a ella se le habían acabado. Antes de la medianoche mi madre al fin se liberó de tantas ataduras terrenales y se dejó escapar hacia la cúpula celestial para empezar a ser auténtica al fin. Minutos antes de su muerte mi padre había llegado lleno de alhajas y prendas para mi madre, a pesar de todo él también la adoraba. Alcanzó a verla, a decirle en medio de un susurro que no se fuera, de no haberlo presenciado, nunca hubiese creído que semejante gesto saliera él. Ella colocó su mano sobre su cabeza y dejo escapar su último aliento.

Por esas cosas que suelo considerar magistrales jugadas de ajedrez de Dios, mi cumpleaños coincidió con el de mi hermano y con la muerte de mi madre, era una paradójica conjunción que demostraba que la muerte y la vida eran las dos caras de una moneda, que aunque tardase una en llegar nunca dejaría de asistir a su cita. Y tras mi madre fue mi padre, y con ellos se me instaló de plano la soledad en la habitación contigua, y se me fue la fuerza que controlaba a esa mala semilla, que no fue tan mala después de todo.

Lo triste de toda esta situación es que solo yo enterré a esos dos cuerpos que incansables vivieron, cómplices en sus actuaciones paternas y en sus condiciones sociales. Sus otros hijos habían partido, e inconscientemente había sido para siempre. Ninguno, por más que hubiesen querido, podrían haber llegado a tiempo. ¿Cartas? Solo llegaron un par de mis hermanas bien casadas, madres y señoras de sociedad, y 3 del hermano entregado a ser voz de Dios en la tierra y encaminar almas perdidas antes del juicio final. Otra ironía de la vida, el salvaba almas mientras las de su familia ya estaban condenadas a las llamas eternas. De los otros dos nada se había sabido y evidentemente nada se supo, aun hoy en día de ellos ni siquiera el paradero.

Ha pasado bastante tiempo desde sus muertes, pero aún conservo algo de juventud en la gaveta en que también guardo recuerdos y esperanzas, justo al lado de las miles de hojas que he llenado con mundos de fantasía y personajes llenos de valentía, de heroísmo, de autenticidad, pero también llenos de vanidad, de egocentrismo y de un lado oscuro. Justo ahí, guardo las únicas cartas que me conmovieron como mujer en todo lo amplio de mi esencia femenina, y al lado la foto del matrimonio de mis padres. Sí, en esa gaveta guardo mi pasado para no olvidarlo, mi presente para que no se me escape tan pronto y mi futuro que aspiro me garantice recuerdos de terceros en épocas posteriores, en esas épocas donde ya mis huesos serán.

Ya casi es medianoche. Se cuela por el ventanal abierto una brisa fresca, con olor a lluvia, a tierra mojada y a pasto verde. Una brisa que huele a nostalgia, a recuerdos, a locura e insensatez. Aún vivo en la misma casa, y me ahogan los mismos olores y me acompañan los mismos fantasmas. Tengo casi un mes ofreciendo en venta el lugar. El anuncio es muy específico, y casi que también aclara quienes pueden ser los candidatos y postores aptos para la transacción. Tienen que cargar la nostalgia a cuesta, sentir un apego al pasado y ser constantes detractores de él, con ansias locas de escapar de lo que es y transformarse, soñadores que sueñan para olvidar la realidad, solitarios empedernidos, hambrientos de compañía pero alérgicos al contacto humano. Definitivamente no puede ser un humano. La única que existe sobre la tierra así soy yo.
CONTINUARA...

Trascendencia II parte...

Acabo de darme cuenta que hace rato que la hora del almuerzo pasó, quizás por eso deliro y me pierdo en mis recuerdos, para desafiar también a mi cuerpo y ver que tanta resistencia al hambre tiene antes de sucumbir por inanición. Definitivamente soy rara, y si no es así estoy empeñada en convertirme en algo semejante a un Yeti o a un E.T. ¡Ja, ja, ja! Suelo reírme de mi misma, aprendí a hacerlo poco después de que supe para que me servía la cara seria y el alma burlona.
La cara seria me servía para escuchar, con gravedad, las reprimendas de mi padre, que por lo general terminaban siendo colectivas para los tres últimos de sus hijos, aunque el menor nunca hacia nada que pudiese dar motivo a un reproche. También aprendí que me servía para hacerme la tonta pero la correcta, la callada pero sensata, la estoica pero digna mujercita de provincia, ideal para ser esposa de un incorrecto, insensato e indigno hombrecillo que nunca daría un centavo por algo más que por su habano importado y su whisky escoses de contrabando. Lo que no sabían es que el alma era la antítesis declarada del rostro por el que a través de sus ojos se divertía y se reía del mundo.

Recuerdo cuantas mofas le hice a mi padre en sus largas peroratas, cuantas veces le torcí los ojos con desdén y arrogancia a esos pueblerinos que creían que yo era su ángel caído del cielo para hacerlos felices. ¡Que egocentrismo más descarado! O sea, yo vine al mundo a hacer feliz a alguien, según ellos, e incluso según mi madre, y no para ser feliz porque me lo merezco. Me reí de la inocente convicción de los hombres maduros, viudos, que querían a esta tierna e ingenua criatura para darle calor y protección, palabras que ellos pensarían que yo aceptaba y correspondía. ¡Por Dios! Pero ¿quién quiere que le den calor en semejante desierto perdido en la nada con el sol ardiente como techo? Y ¿protección de qué o de quién pretendían ofrecerme? Sí aquí los únicos muertos se van con las epidemias, el hambre y la miseria. Es más, creo que es el único lugar donde, a pesar de haber muchos motivos, ninguno a osado ensangrentar sus manos con el rojo vital de su prójimo. O por lo menos nunca me enteré de algún acontecimiento de este tipo. En fin, después de reírme de todos, con mi rostro sin expresión alterada o deformada, incluso hasta del párroco me burle, aprendí a reírme de mi misma, de mis situaciones, de mis decepciones, de mis sueños absurdos y de mis ilusiones infantiles.
Aprendí a sobrellevar la carga que significaba mi vida solitaria a través de la risa, y reírme de mí era un ejercicio de ejecución obligatoria diaria, como lo eran las clases de piano y las labores de bordado. Y hablo de solitaria, porque como les referí antes, un hermano desertó, dos estaban casadas, uno se fue del pueblo y el otro se unió a la iglesia, a final de cuentas quedé solo yo para pagar las deudas de mis hermanos por haber dejado el nido. A medida que se le iban los hijos, mi madre se volvía mas débil y enfermiza; por su parte mi padre se le veía cada vez menos, pero bastaba con que yo hubiese tardado en sentarme a la mesa, o me hubiese ido de paseo sin avisar para que apareciera ante mi con toda su humanidad y el estruendo de su voz, para hacerme saber que no me veras mucho por aquí, pero aquí mando yo y mientras estés aquí haces lo que yo digo. Parece que a los padres les hubiesen dado un curso de frases que todos deben dominar. No hay padre que no las pronuncie, ni habrá madre que se salve de decirlas en algún momento; hasta yo, sí algún día me decido a hacerme cargo de alguien a parte de mi misma, me veo predestinada a repetirlas de igual forma, con la única diferencia de que las diré en una época que en vez de causar espanto causaran risa.

Entre los males que aquejaban a mi madre, las ausencias de mi padre, mi resistencia a aceptar que tenía un destino previsto y decidida a ser diferente, más de lo que ya había sido, empecé a escribir y a leer con avidez, los usaba como puertas detrás de los muros para escapar a tierras y mundos lejanos donde no pudiera alcanzarme mi realidad, los absorbía para ampliar mi mente y mi entendimiento, y darme cuenta que así como yo sentía y pensaba había todo un universo que se parecía a mi, pero que distaba a años luz de donde yo estaba.

Acaban de dar las 4, el reloj del recibidor, viejo y ya resignado a seguir como hasta ahora lo acaba de anunciar con sonidos de campanas, 4 bastaron para ubicarme otra vez en el presente, en el tiempo. Suelo tomar algo de té a esta hora, para sentirme muy europea, y lo acompaño con tostaditas de maíz dulce, para no olvidarme que soy americana y latinoamericana, que nunca he conocido Europa y que le tengo pánico a los barcos porque se hunden, por lo tanto tampoco tengo esperanzas de conocer Europa. ¡Ja, ja, ja! ¿Ven qué fácil me resulta reírme de mí y de mis rarezas y mañas? Así que sí pueden esperarme un momento continuaré contándoles mi historia. Y me detengo porque para mí el té de las 4 es un ritual necesario para drenar tensiones y poder seguir adelante hasta bien entrada la madrugada. ¿No les había dicho que soy noctámbula de profesión y bella durmiente de vocación? ¡Ja, ja, ja!

martes, 3 de marzo de 2009

Trascendencia I parte...

Bajé la caja que estaba al final del closet, la que tanta curiosidad me causaba desde hace años. Está llena de polvo. La habitación se encuentra inundada de luz pese que acabo de llegar de un entierro muy triste y solitario. Esta casa inmensa y antiquísima nos corresponde a mí y a mis hermanos por herencia. Sin embargo, a mis hermanos no les interesa para nada esta casa perdida en la nada, tan alejada de la civilización, tan apartada de las comodidades de estos días. Pero no pienso dejar que sea olvidada. Tengo entendido que muchas generaciones han vivido aquí. Y que aquí habitan muchos recuerdos y muchas historias que se han conjugado hasta dar forma e identidad a quien soy. Aquí tendré tiempo para dedicarme a escribir y a leer. Necesito despejar la mente.

Soplo el polvo y me gusta como se ve con la luz del día, dándoles de lleno. La caja está endeble, deben ser los años. Parece una cápsula del tiempo. Hay una foto. Es una pareja de recién casados. Creo que son mis bisabuelos. ¡Que apuesto era él! ¡Que elegancia tiene ella! Ya sé de quien heredé tan buenos genes. Hay muchas hojas escritas con una letra diminuta pero muy fina. Tiene rasgos bastantes particulares que me hacen recordar mi propia letra. Hay una libreta de cuero bastante viejo, aún esta intacto lo de adentro, tiene la misma letra de las hojas. Afuera de la libreta hay un nombre timbrado en dorado que cuesta entender. El nombre termina en ana… creo que es… ¡Luisana! Que coincidencia yo me llamo así. Seguro que es uno de esos hábitos de mantener ciertos nombres por generaciones en una familia. En el fondo hay varios sobres atados, están bastante amarillos y tienen un olor particular que no logro identificar. Veamos, ¿Dónde está la libreta?

Creí que hoy todo sería diferente, que algún cambio delataría mi deseo de cambiar un rumbo que parece destinado a ser solo para mí. Lamentablemente hoy tampoco ha habido cambio que favoreciera mis posibilidades de desafiar de forma más explícita y directa a quienes me retan día a día con sus insolencias y sus imposiciones. Tampoco hay luz verde para reprender las mordaces alusiones que el descaro del mundo hace en cuanto a quien soy. En definitiva, ¡no hay algo que diferencie el día de ayer y el de hoy! Por tanto he de empezar a describirme a mi misma y a mi mundo, quizás ahí esté la razón o la rendija que me dejará escapar al otro lado de lo que veo y deseo pero que no alcanzo.

Quizás mis limitaciones viene dadas por esa infame moralidad que se empeñaron en inculcarme, o peor aún, en las cosas contrarias a ellas que yo me empeñé en aprender y perfeccionar. Creo necesario aclarar que no soy una víctima de las condiciones sociales ni resultado inevitable de una familia disfuncional o de una sociedad en decadencia. Soy simplemente lo que me ayudaron a decidir que fuera, por desgracia o por fortuna, fui yo quien decidió tomar un camino. Esa moralidad a la que me refería, es la cartilla del buen comportamiento y al empleo sensato de los valores y de las normas sociales. Una señorita de bien no hace, no cree, no habla y no piensa. Pues bien yo me dediqué a hacer, a creer y sobre todo, lo peor para ellos, a hablar y a pensar.

No había queja sobre lo intachable de mi conducta como estudiante, por tanto supe aprovecharme de mi punto a favor para tapar el sol con un dedo mientras me fuera posible. Evidentemente, no había nada de reto en lo escaso que me enseñaron en la escuela así que no me causó problema, pero me topé con el alma rebelde que vivía en mi, y estoy casi segura que era un alma de hombre, que se rebatía con fuerza dentro de la delicada y perfumada piel de una niña pre-púber, quien también luchaba por dar el gran salto a la adolescencia. Creía yo en aquel entonces que esa era la oportunidad de oro para dejar de aparentar en muchas ocasiones lo que no era.
Volviendo a los benditos valores, a la educación tan acartonada para mi gusto, debo, por obligación dar mérito a quien lo merece, y es que definitivamente mi madre podría estar entre las mejores del mundo, se sabía todo lo que debe considerarse para vivir acorde a la sociedad: el atuendo perfecto, la postura correcta, la sonrisa ideal, el comedimiento necesario, el tono de voz apto. Todo como debía ser. Pero para frustración de mi madre nunca logró vivir su esencia de mujer. ¡Pobre mi madre! Vivió tantos años tras la careta de la perfecta imagen de señora correcta que creo que olvidó como realmente era su rostro antes de tener conciencia. Y para mayor desgracia yo nací de su vientre para convertirme en su hija y en su cruz.

Yo, educada en todas las artes imprescindibles en la vida de una mujer: Tejer, bordar, cocinar, lavar, servir la mesa, callar cuando los hombres hablan, asentir cuando el marido decide, y bajar la cabeza cuando el sostén de su casa y de su familia vocifera. Por supuesto que no pude escapar de una educación religiosa, llena de castidad y de pureza, de temores y faltas de respuestas, tan llena de feligreses la iglesia como llenas de pecados sus almas. Y es aquí donde empezó uno de mis problemas con la sociedad, y no quiero que se me tilde de inadaptada social, pero me di cuenta como las damas de bien fervorosamente elevaban sus oraciones al Dios Todopoderoso, a la Virgen y a cuanto santo se les atravesara, y en el mismo tiempo que empleaban para levantarse, ajustar las mantillas sobre los hombros y salir, casi inmediatamente, debían regresar porque la inmundicia del mundo las obligaba a pecar aún en contra de su voluntad. ¡Haberse visto mayor descaro para justificar sus flaquezas e hipócritas conductas! Por supuesto, era comprensible ante los ojos de Dios porque son humanos. Mayor barbaridad no he escuchado desde entonces en otra parte, cuando el cura de la parroquia en uno de sus extenuantes sermones domingueros dio semejante excusa por el hecho de que en esa semana había tenido que llevar a cabo más confesiones de lo normal.

Y hablando de confesiones, debo confesar, que lo he hecho 3 veces y por exclusiva obligación, y cuando me refiero a ellas se limitan a las que he realizado con un ser tan igual a mi, quizás más pecador, pero ser humano al fin. No pretendo crear un rictus de espanto en sus rostros y mucho menos permitirles que dejen escapar de sus santas bocas y mentes latigazos en contra de mi condición religiosa. Antes déjenme decirles que religiosa como yo, quizás pocas: Hablo con Dios todos los días y me confieso ante Él, algo que por cierto me parece extraño ya que para qué contarle algo que Él ya sabe, entonces cambiemos la connotación y hablemos de reconocer mis “pecados”, que nunca han pasado de una crítica mental, pero igual de punzante sí se convirtiera en palabra, el homicidio no intencionado de algún insecto que pasó ante mi inadvertido, y quizás el peor, no honrar a mi padre y a mi madre como se supone ellos quisieron que yo lo hiciese. Por todo lo demás me he limitado a seguir ciertas normas bíblicas conforme a mis convicciones.

Pues así con una educación religiosa tradicional, con una preparación para asumir mis retos como mujer de hogar tradicional, con una educación académica típica para una mujer con un futuro escrito y tradicional, decidí dejar de ser tradicional y desafiar en cuanta ocasión tenía a todo aquello que me representaba lo tradicionalmente idiota de la mente humana, sobre todo machista y de carácter conformista, y así fue como la hija de mis entrañas y la luz de mis ojos se convirtió en qué habré hecho para merecer esto y Dios mío cómo lo permitiste. A veces me da risa al recordar esas palabras tan de mi madre, y al mismo tiempo siento una pena ajena en su agonía materna, es algo así como cuando subes a una montaña, con la emoción del riesgo y aún así no puedes controlar el temblor de las manos por el miedo a las alturas. Mi madre fue tan mamá, tan abnegada, tan cuidadosa de nosotros que se extralimitaba en la sobreprotección, quizás de ahí que no solo yo me convirtiese en una cruz para ella, sino que a mi se unieron 2 hermanos que también aportaron su grano de arena a los vaporones del amor materno, que si traigan las sales, que dónde está el alcohol, que ustedes van a terminar con la vida de su madre que casi también se muere cuando los trajo al mundo… y así un discurso que se repetía de forma bastante regular aunque el causante del disgusto y de los soponcios no fuese el mismo del anterior.

Quiero hacer alusión de mis hermanos, para que después me expliquen porqué yo soy la daga al costado y la serpiente que mordió la mano de quien le dio de comer. Para que mi historia no termine siendo la de ellos seré bastante directa y me limitaré con los detalles. Para empezar debo decirles que somos 6 hermanos, yo la quinta, por lo cual llegaron a asegurar que era falso el viejo refrán de que “no hay quinto malo”, ¡que si lo había y que de paso era quinta!
Pues bien el mayor de mis hermanos recién cumplida la mayoría de edad, decidió unirse a la milicia, visitó a la familia como el buen hijo que retorna de la digna labor a la patria de forma consecutiva por 5 años, luego nadie supo de él por un tiempo, hasta que un allegado de nuestro padre (por cierto aún no les hablo de él, ya llegará su momento), le dijo que su hijo había desertado y que le buscaban para llevarlo ante el tribunal militar, de porqué desertó y porqué querían enjuiciarlo no supe, lo que sí tengo bien claro es que fue un duro golpe para mis padres, tanto así que endureció el carácter de papá e hizo más recurrentes los males de mamá. Lo cierto es que nunca más se le vio la cara al respetadísimo ejemplo de patriotismo, aunque se supo que salió del país y que se halla en algún lugar del cual no tengo ni la más remota idea de donde queda.

Las 2 hijas que nacieron después, y con muy poca diferencia de edad entre ellas, son fieles copias de mi madre. Abnegadas, madres de familias que se sintieron conejos en su edad fértil, ya que de cada una 8 muchachos vieron la luz del mundo. Ellas eran la dicha y el orgullo de la estirpe familiar, aunque a mi padre le pesaba que ninguno de sus nietos tuviera el apellido de él como debía ser. Lamentable por mi padre, porque sí mi hermano mayor tuvo o no hijos seguramente no llevarían su apellido, ya que debido al “problemita” de deserción seguramente le habría tocado cambiarse hasta el nombre. Y lo más lamentable es que a pesar de que la pareja compuesta por mis padres trajo al mundo 2 varones más, estos tampoco tuvieron descendencia que le reconfortara el alma y el ego a mi padre, y tengo la certeza de que ese pesar y ese fracaso lo acompañaron hasta la tumba.

Después vino el cuarto hijo, otro varón, físicamente parecido a su progenitor, pero con una picardía y un carácter templado para hacerse con lo que quisiera. Ya daba luces desde su tierna infancia de lo que iba a ser, ya se perfilaba en sus ojitos el granujilla que estaba creciendo en su interior. Y así fue como un día la olla se destapó y salpicó a toda la familia, y a media ciudad. Resulto ser un joven encantador, divertido, bastante entendido en las cosas políticas y sociales, casi se podía decir que este era quien reemplazaría a mi padre en nuestra particular familia real, que de real no tiene mucho y que tuvo que darse de frente con la realidad. Empezó a codearse con gente bien acomodada, le sobraban invitaciones a fiestas y bailes de las más importantes familias de la comarca, ya se hablaba de posibles enlaces matrimoniales con tal o cual señorita bien que es hija de y nieta de… lo cierto es que ni hubo matrimonios, menos hijos pero si mucho de que hablar. Resultó que mi estimado hermano, aprovechándose de sus condiciones y de sus aptitudes atravesó la línea que separa a una señora de ser su suegra a ser su amante. Este asuntito en particular también me causa cierta gracia, por lo irónico y paradójico. Pues resulta que este joven Don Juan, que hacia visitas a las posibles candidatas para ser su esposa se divertía de lo lindo con las madres de estas, y estas señoras me imagino que al día siguiente de su fiestecita particular irían derechito a la iglesia a darse golpes de pecho. Y ahora que recuerdo mejor, aquel comentario que hizo el cura y que me pareció el colmo, fue precisamente cuando se revolvió la paz local. Entonces mi hermano fue quien le dio trabajo al cura con sus confesiones de más. Lo cierto es que se descubrió que mi hermano era el amante de más de una señora, esposa del distinguidísimo señor, representante de tal o cual organización o asociación. En fin le tocó largarse a toda carrera porque pretendían lincharlo. Ahora analizando la situación, ¿A dónde estarían los maridos cuando a estas señoras les daba por rejuvenecerse con la juventud de mi hermano? O peor aún, ¿Cómo era posible que esas mujeres que se las daban de respetables, distinguidas y correctas se dejaran llevar por los más viles vicios de la carne y del diablo? Ojo, no creo en el diablo con cachos y pezuñas, pero de que todo en esta vida se paga y hay un castigador que cobra cuanta factura pendiente hay, en eso sí creo, y si usted o cualquiera le quiere llamar diablo lo dejo a su libre albedrio.

De esta manera ocurría que otro hijo se veía forzado a renunciar al amparo del techo familiar y perderse en algún punto del planeta donde nunca sabríamos de su vida. Lo que se supo con el tiempo es que le tocó salir corriendo de más de una ciudad por la misma situación, hasta que un día le perdimos la pista y más nunca se supo de el.

Ya saben que después del pichón de Don Juan, vine yo, y como soy el eje central de todo esto, dejaré para luego lo que corresponde a mi vida. Eso sí, deben saber que tanto mi hermano menor como yo llegamos al mundo sin ser esperados, cuando ya mis hermanas criaban, y mi hermano el militar se había dado a la fuga. Después de mi nacimiento y 2 años exactamente después nace mi hermano menor, que por razones de esas cosas que solo Dios sabe nació el mismo día de mi cumpleaños. Quizás lo más cercano a lo verdadero, a lo cálido y a lo santo que he conocido en toda mi vida fue él. Y en cuanto cumplió los 15 años se unió a una orden religiosa con la intención de ser cura y limpiar así el nombre familiar que había sido mancillado por cada uno de los hijos varones de mi padre. Él nunca reconoció que yo también, y a mi manera muy particular, era otra oveja negra.

De él pocas cosas he sabido en los últimos años, no vive en el país, es una personalidad muy reconocida, importante e influyente en el medio religioso pese a su juventud, cosa rara en los círculos tan cerrados y herméticos de la iglesia. Quizás este hermano mío también tuvo la fortuna de heredar ese gen encantador de la familia que nos ha permitido en más de una ocasión lograr provecho de una situación o de una persona específica. A veces he pensado que quizás llegue a ser Papa o algo similar, espero que cuando llegue a donde deba ruegue por la salvación de mi alma. Aunque no creo que la salvación de mi alma dependa de sus oraciones o su cercanía con el todopoderoso celestial, creo en cambio que Él me esta dando la oportunidad que alcance esa salvación a través de mi misma.

Pues a modo grosso tienen una idea de quien fue mi madre y de su influencia sobre mi, que a pesar de lo bien intencionada a resultado nefasta en mi opinión muy particular, y quienes fueron esos seres que salidos del mismo vientre y del mismo cruce genético, y que aparte del apellido y de nuestro encanto y poder de manipulación, no hay nada que nos una, demasiadas diferencias en gente tan diferente. ¡Claro diferentes a mí!
CONTINUARÁ...

MISTERIOS DETRÁS DE LAS LETRAS


Morgan Robertson y “Futilidad”
Por Beatriz Escalona

A veces ocurre que por esas casualidades de la vida nos topamos con nombres de escritores o de libros que nunca nos imaginaríamos que existen, pese a su relación con la realidad. Sabemos que Julio Verne no se encuentra en esa lista, todos en algún momento nos hemos topado con algunas de sus obras, bien sea en libros o adaptaciones para el cine y la televisión, y que no pasan desapercibidas debido a su visión futurista.

Sin embargo, ¿Sabe usted quién fue Morgan Robertson? Pues bien, Morgan Robertson fue quien escribió una novela que tituló “Futilidad”, la cual tenia como trama la de una gran embarcación que en un viaje trasatlántico se hundió en medio del océano tras un choque con un iceberg. Por supuesto, usted dirá que qué es lo que tiene de original, ya que esta situación se ha repetido en muchas oportunidades; es más, seguramente habrá venido a su memoria la historia del “Titanic”, que ha sido llevada en varias oportunidades a la pantalla grande, hecho que aconteció el 15 de abril de 1912. Pero, el libro escrito por Robertson fue publicado en 1898, 14 años antes del suceso, para ese entonces alguna embarcación similar al “Titanic” solo existía en la imaginación de ingenieros y escritores.

¿Qué es lo que hace tan peculiar a este escritor y a su novela? Simple, las coincidencias casi exactas entre las descripciones del autor y las características del verdadero buque que se hundió en las heladas aguas del norte. En la obra el barco se llamaba “Titán”, tenía una dimensión de 244mts, mientras que el “Titanic” tenia 269mts; ambos contaban con 3 hélices propulsoras, alcanzaban velocidades máximas de 25 nudos, se estrellaron con un iceberg a 400 millas de Terranova y la razón por la cual murieron tantas personas fue la misma: No habían suficientes botes salvavidas (24 botes en el “Titán” y 20 en el “Titanic”).

Otras coincidencias curiosas es referente al número de pasajero que estaban en la embarcación con una diferencia de 50 pasajeros, capacidad máxima de 3000 pasajeros aproximadamente en ambos y una diferencia de 100 personas en el número de fallecidos.

Lo interesante, en todo caso, es que lo que un escritor lleva a las páginas, independientemente de la forma como lo haya conseguido, tiene un trasfondo interesante de ser asimilado, más cuando las relaciones se establecen con años de diferencia, es un modo de anunciar al hombre que no se está exento de nada y que todo puede ocurrir por imposible que parezca. Este es solo un ejemplo. Lo invitamos a que se de un paseo marino por las páginas de “Futilidad”, bien sea para distraerse o para analizarlo, pero en cualquiera de los casos, descubrirá un misterio detrás de las letras que ya no está tan escondido.


viernes, 30 de enero de 2009

Reflexiones II... y tampoco es la última.

Indignación
¿Dónde perdí mis derechos?
Cómo es posible que en los últimos 4 meses el número de secuestros es superior a la de un año de secuestros en otras épocas, ya no es solo el dueño de, o el empresario tal o el comerciante fulano, ya no es el doctor, el constructor o el abogado. Ahora las mujeres están en la mira del secuestro y no solo por ser posibles víctimas, sino por la constante incertidumbre de qué será de sus hijos y si llegarán a salvo a casa como hasta ahora lo han hecho. SÍ, ahora los niños son secuestrados, no importa si son de padres pudientes o no. Entonces, la pregunta que seguramente todos se hacen es: ¿Dónde están quienes deben detener este flagelo y cuántos más deben ser afectados por el mismo? Según la Carta Magna, todos tenemos derecho a la seguridad, la libertad y la paz, pero ¿Dónde se nos han perdido la paz, la seguridad y la libertad? ¿En qué momento se nos participó que esas palabras constitucionales eran solo palabras y que ya no eran una garantía para el ciudadano?

Reflexiones I... y no es la última.

¿Hasta cuándo?
(Por amor a la vida y a la paz)

¿Cuántas muertes impunes mas tendrán que ocurrir para que al fin logremos tener conciencia del problema al que nos enfrentamos? ¿Cuántos niños deben quedar huérfanos para que entendamos que nuestra sociedad esta en crisis? ¿Cuántos padres más deberán ver como sus hijos son enterrados? ¿Cuántos jóvenes con futuro morirán antes de cumplir con sus sueños? ¿Acaso hemos llegado al punto de no retorno y que estamos destinados a desaparecer a merced de nuestras propias manos? ¿Cuándo entenderemos al fin que si no tomamos medidas para solventar esta situación el futuro de las próximas generaciones está destinada a ser una oscura incertidumbre? Dios, ilumina nuestras mentes y aparta las tinieblas de nuestros corazones. Hombres, volvamos a ser humanos, aunque eso signifique volver a las raíces y construir de nuevo y de una forma diferente el futuro de la raza humana. Es hora de rectificar, enmendar y cambiar de rumbo. ¡Aún estamos a tiempo!

miércoles, 28 de enero de 2009

Menos que un adios.

No es locura lo que me hace llamarte sabiendo que no me escucharás, no es tristeza lo que me parte el alma al saber que te marchaste ya, no es nostalgia la que me eleva los latidos del corazón al pensar en ti, ni es miedo a la soledad lo que me obliga a buscar con ansias tu rostro en las fotos de ayer. No pienses que dejaste una vida destrozada y marchita en tu camino, ni creas que has deshojado mi juventud y mi inocencia en medio de tus devaneos, no pretendas dar respuestas a mis preguntas sabiendo que he sido yo quien ya las ha respondido, ni quieras con lástima sanar heridas causadas por esa parte irracional de tu género. No busquemos culpar al tiempo de lo que nosotros mismos dejamos pasar, no inventemos excusas para justificar las miles de mentiras que nos dijimos, ni empleemos el nuevo ahora que enfrentamos para convertirlo en un pasado sin nombre. Creo que la oscuridad a veces cubre los ojos para agudizar los sentidos del alma, creo que la verdad se oculta cuando busca desafiar al destino que imperturbable transita, creo que no eres tu quien mató el amor que una vez te profese y que no se donde se quedó, creo que lo que una vez fue espuma y gasa se convirtió en pez y brasas que nos quemaron los sueños y los ojos. Pero es hora de que sepas, aunque no escuches, que dispuesta está la vda de darnos una oportunidad, y aunque pienses que es un rasgo de mi ingenuidad, aquella que una vez heriste de muerte, estoy decidida a aceptarla, a tomar esa oportunidad para decirte que sigo adelante, dejándote estas palabras y no mirando otra vez atrás!