viernes, 6 de marzo de 2009

Trascendencia III parte...

Disculpen la tardanza, pero como dije esto de tomar el té es un ritual, y me tomo mi tiempo para hacerlo, desde el preparativo de los implementos para hacer la tacita de té perfecta, en mi mundo, hasta los cojines sobre el sofá donde me siento a degustar ésta exquisitez.
¿Sabían que el té, las hojas que se usan para su elaboración, pasan por procesos alternados de fermentación y secado para al fin alcanzar el gusto y el cuerpo deseado? Creo que los seres pasamos también por procesos que nos permiten hacer de nuestra vida lo que se nos antoje, sin embargo, muchas veces no sabemos cual es el modo correcto de intercalar estos procesos y resulta que nuestras hojas, que son hojas de calendarios, que miden lo lejos que estamos del nacimiento y lo cerca de la hora final, no nos dan las satisfacción ni el placer que queríamos obtener. A mi se me están agotando cada vez mas las hojas de té, por eso quiero un cambio que me dé aunque sea un poco de placer antes de partir y no tener más oportunidades. Pero basta de filosofar y de padecer con lo que no he logrado alcanzar.

Mi padre (seguro pensaron que me había olvidado de él), sin embargo, he ido dejando que se colara a través de todo lo que he contado. Él era un hombre íntegro, respetable, trabajador, aunque no sé en que trabajaba, y sostén de una numerosa familia, a la que no le negó nunca un gusto y menos aún el cubrimiento de sus necesidades. Viajaba, viajaba mucho, y traía a cuesta cualquier cantidad de objetos, libros, que por supuesto eran para los hombres de la casa, telas, hilos y pedrerías de fina procedencia. Nunca explicó como lo consiguió y su mujer nunca se atrevió a preguntárselo, y de la misma manera procedió la prole.

Se le notaba, bajo el cúmulo de años que traslucía el rostro, que en su juventud fue apuesto y gallardo, que tuvo con que convencer a mi madre, y que tuvo la capacidad de marcar muy bien las normas y reglas del juego en su recién formado hogar. Siempre arrogante y dominante, primero en todo lo que se involucraba, y quien tan generosamente propagó su gen de encanto manipulador en cada uno de sus vástagos, aunque en 3 de ellos lo sumiso y dócil de mi madre apagó los demonios de ese gen y le concedió una oportunidad para revelarse contra lo que podía ser inevitable en esa procreación tan abundante. Con sus 11 años mas de vida por encima de los años de mi madre, logró imponer una férrea dictadura en la casa, donde la primera en obedecer sin chistar era mi madre, a lo que nosotros optamos por imitar. Claro, ya se imaginaran que cada uno hizo su imitación a conveniencia, con intereses muy particulares y con la luz de un faro a lo lejos que les mostraba su objetivo: El escape de las terribles fauces de mi padre.

Esa pareja que se complementaba y que a su vez era diametralmente opuesta, y que fueron mis padres, no pudieron haber hecho mejor su labor. Lamentablemente la mala semilla germinaba en nosotros y no había nada que pudiese hacer en contra. Y en esta ocasión tampoco quiero parecer la víctima, no quiero que crean que era una tara genética que limitó mis posibilidades y me hace ser quien soy. No, sigo siendo resultado de lo que decidí ser y de lo que me negué a aceptar. Pero obviamente soy un espejo en el que mis padres y mis hermanos dejaron sus reflejos y que yo a la manera que mejor me pareció los amalgamé y los hice míos, dejando salir los desastrosos defectos y las virtudes, que a pesar de lo que se pueda pensar, existían.

Ya 23 años habían caído sobre mis hombros y aún seguía encerrada entre las cuatro calles de una provincia olvidada en el árido sur. Los mismos cuatro paredones que daban forma a la casa, a la casa que siempre soñé dejar atrás, así como en su momento lo lograron mis hermanos, y a todas estas a penas sabía de mis hermanas, quienes le enviaban cartas a mi madre y cualquier cantidad de baratijas, que ellas creían, calmaba su soledad. Corrieron con la fortuna de casarse con dos provincianillos que no eran tan miopes como yo me los figuraba, y que sí conocían algo de lo que significaba futuro y cambio, y en cuanto pudieron ambos, por rumbos diferentes, dejaron la provincia y se fueron a la capital primero, después fuera del país.

Ese día me felicité por ser casi una sobreviviente de una hecatombe a escala mundial, de la cual nadie se vio afectado ni se enteró, solo yo, que ese día cumplía 23 y mi hermano 21. Mi padre para variar tenía días sin venir a casa, mi madre que cada día palidecía más no salía de su habitación, a la que yo subía constantemente con el alma en un hilo, porque muy a pesar de las diferencias materno filiales yo la adoraba.

Ese día como de costumbre subí después del desayuno, al entrar pude ver como mi madre se hundía en la inmensidad del lecho conyugal y se confundía en los blancos de las sabanas. Sentí como el corazón se me encogía, creo que ese día fue el único de tantos en que sentí que mi madre había perdido todas sus posturas y se me convertía en humana entre los brazos cuando se llenó de fuerzas y me felicitó por mi cumpleaños, por los tantos años que tenía yo por delante y que a ella se le habían acabado. Antes de la medianoche mi madre al fin se liberó de tantas ataduras terrenales y se dejó escapar hacia la cúpula celestial para empezar a ser auténtica al fin. Minutos antes de su muerte mi padre había llegado lleno de alhajas y prendas para mi madre, a pesar de todo él también la adoraba. Alcanzó a verla, a decirle en medio de un susurro que no se fuera, de no haberlo presenciado, nunca hubiese creído que semejante gesto saliera él. Ella colocó su mano sobre su cabeza y dejo escapar su último aliento.

Por esas cosas que suelo considerar magistrales jugadas de ajedrez de Dios, mi cumpleaños coincidió con el de mi hermano y con la muerte de mi madre, era una paradójica conjunción que demostraba que la muerte y la vida eran las dos caras de una moneda, que aunque tardase una en llegar nunca dejaría de asistir a su cita. Y tras mi madre fue mi padre, y con ellos se me instaló de plano la soledad en la habitación contigua, y se me fue la fuerza que controlaba a esa mala semilla, que no fue tan mala después de todo.

Lo triste de toda esta situación es que solo yo enterré a esos dos cuerpos que incansables vivieron, cómplices en sus actuaciones paternas y en sus condiciones sociales. Sus otros hijos habían partido, e inconscientemente había sido para siempre. Ninguno, por más que hubiesen querido, podrían haber llegado a tiempo. ¿Cartas? Solo llegaron un par de mis hermanas bien casadas, madres y señoras de sociedad, y 3 del hermano entregado a ser voz de Dios en la tierra y encaminar almas perdidas antes del juicio final. Otra ironía de la vida, el salvaba almas mientras las de su familia ya estaban condenadas a las llamas eternas. De los otros dos nada se había sabido y evidentemente nada se supo, aun hoy en día de ellos ni siquiera el paradero.

Ha pasado bastante tiempo desde sus muertes, pero aún conservo algo de juventud en la gaveta en que también guardo recuerdos y esperanzas, justo al lado de las miles de hojas que he llenado con mundos de fantasía y personajes llenos de valentía, de heroísmo, de autenticidad, pero también llenos de vanidad, de egocentrismo y de un lado oscuro. Justo ahí, guardo las únicas cartas que me conmovieron como mujer en todo lo amplio de mi esencia femenina, y al lado la foto del matrimonio de mis padres. Sí, en esa gaveta guardo mi pasado para no olvidarlo, mi presente para que no se me escape tan pronto y mi futuro que aspiro me garantice recuerdos de terceros en épocas posteriores, en esas épocas donde ya mis huesos serán.

Ya casi es medianoche. Se cuela por el ventanal abierto una brisa fresca, con olor a lluvia, a tierra mojada y a pasto verde. Una brisa que huele a nostalgia, a recuerdos, a locura e insensatez. Aún vivo en la misma casa, y me ahogan los mismos olores y me acompañan los mismos fantasmas. Tengo casi un mes ofreciendo en venta el lugar. El anuncio es muy específico, y casi que también aclara quienes pueden ser los candidatos y postores aptos para la transacción. Tienen que cargar la nostalgia a cuesta, sentir un apego al pasado y ser constantes detractores de él, con ansias locas de escapar de lo que es y transformarse, soñadores que sueñan para olvidar la realidad, solitarios empedernidos, hambrientos de compañía pero alérgicos al contacto humano. Definitivamente no puede ser un humano. La única que existe sobre la tierra así soy yo.
CONTINUARA...

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